LA HISTORIA DE LAS AGUAS FRESCAS MEXICANAS
En la gastronomía mexicana, pocas veces se habla de una de las bebidas más tradicionales de nuestro país: las aguas frescas, también conocidas como aguas de sabores.
A diferencia de otros platillos tradicionales, no se sabe exactamente cuándo se empezaron a preparar estas bebidas refrescantes, pero por escritos y relatos antiguos, sabemos que son herederas de las bebidas que se vendían en los tianguis prehispánicos. Un dato interesante es que desde los tiempos de Porfirio Días hasta la década de 1930, las aguas frescas se conocían como refrescos, y este término todavía es utilizado en algunas partes del sureste mexicano para designar a las aguas frescas.
Se les llamó frescas porque solían guardarse en ollas de barro, y por ello, la temperatura de la bebida se mantenía a unos grados menos de la temperatura ambiente. Posteriormente, de manera generalizada se empezaron a utilizar los famosos frascos vitroleros, contenedores de vidrio que por su transparencia permiten ver su contenido, con capacidades que varían entre 5 y 10 litros; que aún se utilizan en la actualidad, en donde se mantiene la bebida fresca con hielo, y se sirve con ayuda de un cucharón sopero.
Por muchas décadas, en los hogares mexicanos se preparan para acompañar las comidas, o como bebidas refrescantes para cualquier momento del día. Se elaboran principalmente a base de frutas, semillas, flores y hojas comestibles.
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